Por María Betania Álvarez Aráoz
Corrían los años 70 en medio de un contexto de ebullición
política y social. Con ella se avecinaba una sangrienta dictadura cívico
militar. Moris, hoy considerado uno de los padres fundadores del rock nacional,
creaba una canción y la incluía en el disco “Treinta minutos de vida” (1969).

Aquella obra hacía visible la estructura de pensamiento predominante de la época: la libertad e incorporó como sujeto de expresión a las nuevas identidades: los homosexuales; que convivían con una sociedad conservadora que los excluía impidiéndoles ser quienes querían ser.
Esta canción no solo denunció sino que también sensibilizó sobre como todos, sin importar el género, crecemos con etiquetas, mandatos e imposiciones que representan estereotipos de una sociedad que margina y discrimina al diferente.
El tono nihilista de Moris se asemeja al mundo Niztcheano
del “Dios ha muerto” poniendole fin a un código moral único que nos represente a
todos. El triunfo es del capital y con él, el de una sociedad desigual por
excelencia.
En 2019, la obra de Moris, sigue siendo un grito de libertad. “Escuchame entre el ruido” representa una oda a la resistencia de las disidencias y una crítica a un orden social, político y económico que los excluye. Sin embargo 50 años atrás representaba un acto de coherencia rebelde que llegaba a los oídos de una agitada y organizada reflexión social.